«El destino inevitable del ser
humano es la extinción».
La prestigiosa científica Lynn Margulis
explica su teoría sobre la relación entre
el hambre y la evolución de la vida
Fuente de la noticia: El Mundo, 8 enero 2004
Autor de la noticia: Tristan, Rosa M.
«El destino del ser humano es
extinguirse y pensar que esa desaparición será
su responsabilidad es creer que la evolución ha acabado
en nosotros, y eso es un error, peor que un error. Pensar
que vamos a salvar la Tierra es la ilusión que tenemos
como especie, fruto del antropocentrismo humano».
La científica norteamericana Lynn Margulis no sabe
«ni cuándo ni cómo» el homo sapiens
desaparecerá de este planeta. Pero sí tiene
claro que somos una especie muy nueva, apenas con 50.000
años de existencia en su versión moderna,
una nimiedad frente a los 15 millones de años de
los moluscos.
Lynn Margulis, a sus 66 años,
figura en todas las enciclopedias, ha recibido de manos
de Clinton la Medalla Nacional de Ciencia y es miembro,
a la vez, de la Academia de la Ciencia rusa y estadounidense.
Sin embargo, su prestigio, fundamentado en unas investigaciones
que han dado un vuelco a las teorías de la biología
moderna, no está exento de un áura de polémica
que ella no duda en atizar en cada comentario, en la coletilla
de cada frase. Siempre, en defensa del papel que las microscópicas
bacterias ocupan en la vida tal y como la conocemos.
Margulis visitó Madrid para
hablar del hambre y el ecosistema, dentro del simposio Metabolismo
y Comunicación, y lo hizo desde esa perspectiva que
va de lo más pequeño al complejo ser humano:
«Lo fundamental es que cada ser vivo necesita energía,
comida, y que para ello es esencial la diversidad porque
los desperdicios de uno son el alimento de otro, ese es
el auténtico reciclaje», explicaba a EL MUNDO
en una entrevista.
Pero, ¿qué pasa cuando
una población crece y crece y su entorno no puede
soportarlo? «Todas las poblaciones tienen tendencia
a aumentar y cuando llegan a cierto punto, su comportamiento
cambia y evoluciona a formas nuevas, o se extingue. El hambre
no depende de la voluntad, es algo inevitable desde el punto
de vista biológico», argumenta Margulis.
En el caso de las bacterias, señala
que cuando su número aumenta en exceso y no hay comida
para todas, se juntan formando grandes superorganismos o
desarrollan estados durmientes, llamados propágulos.«Hay
unos 30 millones de organismos en la Tierra y muchos no
llegan a pasar hambre gracias a estos propágulos,
pero los mamíferos no podemos dormirnos, sino que
para acabar con la superpoblación nos matamos, abortamos
a las crías, aunque aún así la situación
no deja de empeorar, hasta la desaparición de la
especie».
Este y otros cambios «se enmarcan
dentro de un ser vivo global que es la Tierra», como
afirma la Teoría Gaia, de la que es una tenaz defensora.
Y en Gaia tan importante es una bacteria como un ingeniero
de Harvard. «Son sólo 20 kilómetros
de corteza, pero son los únicos con vida en el Sistema
Solar durante 3.500 millones de años», afirma.
Desde que comenzó la vida, Margulis ha comprobado
que «no se ha perdido ninguno de los elementos que
la originaron». Así lo explica en su último
libro, Captando Genomas (Ed. Kairós), escrito con
su hijo Dorian Sagan. «Toda la vida he trabajado para
averiguar cómo las bacterias evolucionaron a células
con núcleo. Ahora ya tenemos todos los eslabones
perdidos», asegura con una sonrisa.«La simbiogénesis
es el proceso por el cual dos organismos que viven juntos
mucho tiempo acaban dando lugar a otro organismo más
complejo».
Margulis reniega de los darwinistas,
que piensan que las variaciones entre especies se deben
a mutaciones al azar. «El motor de la evolución
está en las bacterias, esos seres diminutos que despreciamos,
pero que tienen vida propia y perpetúan y generan
la diversidad biológica». Por ello, insiste
en que no hay que perder la perspectiva de lo que somos:
una mota en la historia de este mundo. «Compartimos
el ecosistema con las bacterias, pero ellas llevan aquí
miles de millones de años. Lo nuestro, a su lado,
no es nada».
2004-01-08