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El orden de los acontecimientos
[Cap. 1 º]
"Del puro acontecer"
(fragmento)

Miguel MOREY (Barcelona, 1950)
Catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona

GRECIA DE NUEVO

Grecia como ese mar originario del que surgirán efectivamente buena parte de las figuras espirituales que, durante milenios, atenazarán nuestra conciencia. Pero también es Grecia una categoría del espíritu, inactual -presente siempre pero definitivamente inasible: como un fantasma. Frente a frente, la Grecia que explica nuestros comienzos y la Grecia que nos cuenta nuestro origen. Y ambas coexistiendo, aunque perteneciendo a ámbitos de inteligibilidad disímiles. Los comienzos pueden ser determinados históricamente en sus condiciones de posibilidad -pero el origen no es sino una figura de la memoria, en la que se aúnan la noción de comienzo con una suposición acerca de su causa o de su razón. El comienzo puede ser conocido históricamente en su mismo alejamiento, en su otredad -pero no puede captarse en su hacerse presente en el presente: lo que comienza no se deja apropiar por la conciencia sino en la medida que ha comenzado ya. El origen, en cambio, sólo puede ser reconocido -y reconocido en su proximidad para con nosotros: es aquel elemento arcaico, presente en los procesos actuales, gracias al cual, en una muy buena medida, estos poseen sentido último para la conciencia. A Grecia debemos acudir frecuentemente para conocer nuestros comienzos -pero es el origen inevitable de eso que somos.

Con el nombre de Grecia se alude tanto a una entidad geográfica, a una determinada época histórica, como a una representación intelectual, a una forma espiritual, a una Idea. Sólo por referencia a esta Idea tiene sentido decir que hubo un tiempo en el que los hombres inventaron la lucidez -porque estamos hablando de un tiempo que pertenece por entero a nuestra memoria, donde los descubrimientos históricos de los griegos se confunden con nuestro descubrimiento de los descubrimientos de los griegos, y los umbrales que sabemos que ellos transpasaron son los que nosotros no pudimos dejar de transpasar con ellos. Porque Grecia es también y ante todo patria ideal: de ella son ciudadanos tanto Sócrates como Nietzsche, tanto Edipo como Freud, tanto Epicuro como Marx -aunque sólo sea porque tras leer a los segundos nuestra comprensión de los griegos y el lugar tutelar que ocupan como figuras de nuestra memoria ya nunca pueden volver a los mismos de antes.

 


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