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El meme egoísta, una simple gran idea

¿El pensamiento puede contagiarse? Meme es una palabra que parecía sólo apta para iniciados en el campo de la biología, de las ciencias del cerebro, de la antropología social. Pero una vez descifrada, se extiende de manera irreparable. Aquí están las pruebas
El meme es el gen mental, un paquete cultural que se transmite por imitación. Su hábitat es el cerebro, y desde allí coloniza a otros cerebros


JORGE WAGENSBERG - 17/03/2004

Las grandes ideas de la complejidad son simples. Lo es, por ejemplo, la de Darwin: perseveran las innovaciones que ayudan a que lo vivo siga vivo. Pero ¿sobre qué clase de individualidad actúa la selección: una población, una especie, un organismo, un gen? El darwinismo tradicional (anterior al concepto de gen) se refiere a los organismos que compiten por sobrevivir. Pero hay casos que no encajan. Uno clásico es el de los pájaros que chillan cuando perciben una amenaza. El grito ayuda más bien al depredador que, muy probablemente, ni siquiera había descubierto aún a su presa. ¿Cómo puede la selección natural favorecer tal cosa? La respuesta está en otra simple gran idea, la del gen egoísta.

Richard Dawkins debe su celebridad a dos ideas y ésta es la primera. Sin embargo (y como ocurre tantas veces en ciencia) la idea no es suya. El primero en proponerla, en los sesenta, es William Hamilton, en mi opinión, el biólogo más brillante del siglo XX. George Williams la generaliza poco después. Y Dawkins, en los setenta, le pone nombre, la radicaliza y escribe un libro maravilloso, “El gen egoísta” (1976). Su mérito: encandilar, provocar y renovar el gran debate de la evolución.

El nuevo esquema conceptual resuelve. El pájaro que chilla muere por chillar, es verdad, pero el chillido favorece a sus semejantes que, gracias a la alarma, tienen tiempo para ponerse a salvo. El gen es una unidad de información capaz de replicarse y de propagarse a través del mundo vivo. Se trata de una información que se traduce en una propiedad observable en el organismo, como, por ejemplo: chillar ante una amenaza. La selección no actúa sobre el organismo ¡sino sobre el gen! El organismo muere, pero los genes continúan. El organismo puede ser altruista, pero el gen es siempre egoísta. Chillar va en contra de quien chilla (el organismo) pero a favor de la idea de chillar (el gen). Por cierto ¿vendrá de ahí el irracional grito de terror que sigue a un sobresalto? En un momento de euforia Richard Dawkins llegó a decir que los organismos no somos más que excusas inventadas por los genes para pasear su propio éxito (!).

Pero el gen egoísta también tiene sus paradojas. Por ejemplo: la simbiosis. El pacto simbiótico debe ser honrado, porque si alguna parte contratante se hace el listo, la situación derivará hacia la explotación o el parasitismo, lo que, tarde o temprano, acaba con todo. La selección bendice aquí una unión de genes diferentes de diferentes genomas... ¡No pueden ser tan egoístas! El debate sigue abierto, pero ha dado sus frutos. Dawkins ya no es tan radical y sus adversarios, como el desaparecido Gould, ya admiten la trascendencia selectiva del gen, entre otras cosas porque sirve incluso para explicar las selecciones en niveles superiores de la jerarquía biológica, como el grupo o la especie. Quizá haya que distinguir entre unidad selectiva y unidad evolutiva. Una cosa es la individualidad que pasa el examen y otra cosa la individualidad que persevera... Acuda quien acuda al examen, el que lo supera es siempre un gen.

La segunda gran idea simple es el meme. Como Dawkins mismo reconoce, la idea tampoco es suya. Hacía ya tiempo que se hablaba de la selección natural de las ideas. Pero Dawkins sabe que en ciencia hay otros dos méritos tan importantes como concebir una simple gran idea: 1) darse cuenta de que lo es, y 2) convencer de ello a los demás. En el último capítulo del citado libro, Dawkins acuña para la historia el término meme y enciende otra polémica. El meme es el gen mental. Así de sencillo. Así de grandioso. El meme es un paquete cultural que se transmite por imitación. Su hábitat natural es el cerebro, allí nace y desde allí coloniza a otros cerebros. La selección natural de los genes explica la vida, la selección natural de las ideas explica la cultura.

Dawkins aborda así el conocimiento revelado: “Consideremos la idea de Dios... Es probable que haya surgido varias veces por 'mutaciones' independientes... ¿Cómo se replica? Por la palabra hablada y la palabra escrita con la ayuda de la gran música y el gran arte... ¿Qué tiene el meme-Dios para ser tan estable y penetrante en el mundo de la cultura? Su supervivencia procede de su enorme atractivo psicológico. Provee una respuesta superficial y plausible a las cuestiones más profundas y turbadoras de la existencia. Sugiere que las injusticias en esta vida pueden corregirse en la siguiente...”

El éxito de tantas sectas, supersticiones e ideologías fanáticas se comprende mejor con la ayuda del meme egoísta, un virus mental que parasita la mente con independencia de la suerte de ésta. Pero el progreso del conocimiento también encaja en este esquema. Cuando un científico tiene una buena idea, se la pasa a alumnos y colegas. Unas ideas se perpetúan. Otras se extinguen. ¿Por qué no hablamos ahora de placebos existenciales o de infecciones mentales? La clave quizá esté en el mismo mecanismo de selección. Los memes superan la selección, creo, en virtud de dos grandes criterios. Uno consiste en fortalecer la cohesión de una identidad colectiva de mentes... El otro consiste en aumentar la capacidad mental de anticipación: el conocimiento. Los memes de la primera clase compiten con memes de su misma especie: otra nacionalidad, otra religión, otro club, otro clan, otra familia, otra tribu, otra escuela ... Su perseverancia se lidia a bofetadas entre las distintas identidades colectivas y se perpetúa como valor irrenunciable de la vencedora (léase la historia de la infamia de la humanidad, léase cualquier diario de cualquier día). Los memes de la segunda clase compiten también con los de su especie: otras ideas con la misma pretensión de comprender la misma realidad. Pero su perseverancia se decide ahora por colisión continua con la evidencia y se perpetúan por las bibliotecas como un valor renunciable. Ambas líneas de evolución se cruzan sólo en actos tan significativos como la quema de libros. El hecho diferencial tiene nombre: la fe ciega.

El meme permite hablar (o sea pensar) de otra manera. Nació hace casi treinta años y hoy está en los diccionarios de todas las lenguas. Podría no haber sido así. Pero lo es. El meme es, él mismo, un buen meme.

Jorge Wagensberg es doctor en Física por la Universitat de Barcelona, donde es profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles. Autor de múltiples trabajos científicos y de difusión científica, desde 1991 es director del Museu de la Ciència de la Fundación “la Caixa”




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